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Contradicciones – Carlos Abrego


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29 noviembre 2014

Las raíces profundas del oportunismo en El Salvador                                 Pag. 2.

 

08 diciembre 2014

Contradicciones II                     Pag. 8.

 

13 diciembre 2014

Contradicciones III                    Pag. 12.

 

 

Documento escrito por Carlos Abrego

Tomado de
http://cosastanpasajeras.blogspot.com
http://cratilo.blogspot.com/

29 noviembre 2014

Las raíces profundas del oportunismo en El Salvador

 

Hace algunos años, amigos y conocidos me sugerían que simulara mis convicciones profundas políticas y filosóficas, es decir mis convicciones comunistas. Su argumento era que si deseaba tener audiencia era preferible dirigirme a mis compatriotas sin referirme al pensamiento de Marx, el estado de consciencia había retrocedido enormemente y que desde la caída del Muro de Berlín ya ni siquiera los que se llamaban revolucionarios recurrían al vocabulario marxista. Los objetivos ya no podían ser los mismos y sobre todo que el anticomunismo en vez de retroceder había avanzado.

Desobedecí estas recomendaciones, desde el principio de mis intervenciones políticas preferí de inmediato dar a conocer mis convicciones. Mi análisis era totalmente diferente, si la conciencia de clase de los trabajadores había menguado entre mis compatriotas, lo mejor era emprender una batalla ideológica abierta contra la reacción salvadoreña y contra los que preferían colaborar con la oligarquía. Desde ese tiempo hasta ahora la audiencia de mis escritos no ha sido muy grande, pero los miles que han visitado mis “Cosas tan pasajeras” algunos de entre ellos se tomaron el trabajo de distribuir mis artículos entre sus amigos, creando un relevo muy importante. Las referencias a las ideas revolucionarias de Marx han ido reconquistando su pasada audiencia y ahora de nuevo con orgullo y abiertamente hay organizaciones y personas que se refieren al pensamiento de Marx sin ambages, ni preámbulos. En esto ha contribuido mayormente la crisis generalizada del sistema capitalista de la primera década del siglo.

No obstante en nuestro país las ideas marxianas han sido divulgadas en versiones rencas, limitadas y dogmáticas. Además las ideas de Marx así presentadas llegaron al país cuando la represión era feroz y sangrienta. Destierro, prisión y torturas era el lote que se reservaba a los opositores; los materiales circulaban clandestinamente (me estoy refiriendo a los años cincuenta, cuando el PCS pudo reactivarse realmente, después del Martinato) y en esas condiciones era imposible tener discusiones y debates amplios. Hubo algunos camaradas que pudieron asistir a las escuelas clandestinas del PCS, aunque es necesario reconocer que los mismos instructores no estaban debidamente preparados para trasmitir un pensamiento sumamente complejo. Algunos apenas habían asimilado el manual de Politzer “Principios Elementales de Filosofía” con todas las limitaciones que este manual tenía que no pueden ser imputadas a Politzer mismo, pues fue redactado por uno de los oyentes en la “Universidad Popular” de París, a partir de sus notas tomadas durante los cursos y además el folleto fue publicado después del asesinato de Politzer por los nazis. También llegaban folletos soviéticos de propaganda y algunos textos cortos o compendiados de Karl Marx y de Friedrich Engels. Esta escasez inicial en los documentos, en traducciones con cavilaciones terminológicas imputables a las condiciones mismas del retraso en los estudios marxistas en nuestra lengua, en las condiciones que acabamos de señalar, difícilmente podían producir un pensamiento propiamente marxista.

Debemos agregar que el tipo de organización (no solamente debida a la clandestinidad), sino a la tradición misma surgida de la Tercera Internacional, que reposaba en el centralismo democrático y que se había convertido en centralismo autocrático durante el estalinismo, propiciaba que los dirigentes se convirtieran en autoridades infalibles y dotadas de una inteligencia que los volvía eminentes economistas, acabados filósofos y grandes especialistas en otras ciencias. Un dirigente entonces no podía mostrar ninguna duda, estaba obligado a guiar, a mostrar el camino y el modo de pensar exacto, sus análisis de la situación eran indiscutibles. Muchos de estos dirigentes apenas habían leído un texto integral de Marx o de Engels y cuando digo “leído” me refiero a eso simplemente, no habían tenido el tiempo suficiente para poder estudiarlo y releerlo hasta asimilar profundamente su contenido.

Dos o tres miembros de la dirección del PCS de entonces pudieron asistir a los cursos que prodigaba a los dirigentes de los partidos “hermanos” de los países subdesarrollados el Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS). Estos cursos eran variados, el nivel superior duraba entre tres hasta seis meses en el seno de la Escuela Central del PCUS. Allí se dispensaba el dogmatismo estaliniano, toda la riqueza del pensamiento de Marx y Engels reducida a unas cuantas “leyes de la historia y de la dialéctica”. Es esto pues lo que nos fue sirviendo de base para desarrollar “nuestro marxismo”.

Necesidad de refundar el movimiento revolucionario

 Esta descripción les parecerá a algunos un tanto caricaturesca, no obstante hasta el día de hoy algunos jóvenes salvadoreños siguen sosteniendo como la suma ciencia de la dialéctica marxista los tres o cuatro principios a lo que redujo Stalin la inmensa riqueza del pensamiento dialéctico de Marx. He mencionado arriba a algunas organizaciones que se declaran marxistas-leninistas, algunas se declaran afiliadas a la IV Internacional (trotskista), otros ponen en el mismo plano de sus páginas a Marx, Engels, Lenin, Stalin y Mao. Todo esto parece mera amalgama de principios sin ninguna crítica. Se trata de una simple declaración de pertenencia y una evidente dispersión de fuerzas. Hay algo en esto que es importante señalar, esta declaración de pertenencia a corrientes heterodoxas y en cierto sentido hasta eclécticas demuestra que no se ha analizado profundamente ni el contenido ideológico de esas tendencias, ni tampoco la situación política nacional. Muchas de estas conductas me resultan reacciones epidérmicas, que han surgido de la decepción de la política revisionista y oportunista que conduce desde hace años el FMLN.

La necesidad de suplir al FMLN, que en estos momentos se encuentra gobernando al país y que no escatima esfuerzos por presentar su política como la única posible y que prodiga su más ingenioso denuedo por demostrar que en un país como el nuestro y en nuestra situación es imposible iniciar la transformación de la sociedad. No obstante la necesidad real y urgente de refundar un movimiento revolucionario en el país nos obliga a que no nos equivoquemos al analizar las posiciones actuales de los dirigentes y de la mayoría de militantes del FMLN, algunas personas suponen que el oportunismo actual es el resultado de su participación en el sistema electoral y sobre todo de disponer ahora del gobierno. Pero si nos detenemos un instante para analizar lo que ha causado este resultado, veremos que no se trata solamente de la participación dentro del sistema, sino que se trata de causas internas, inherentes al proceso político nacional de más medio siglo.

Desde hace más de medio siglo, los enfrentamientos con el enemigo de clase han tenido formas y contenidos muy variados, pero al mismo tiempo desde entonces hubo al interior mismo del movimiento enfrentamientos internos precisamente sobre esas formas y contenidos de la lucha por los intereses de los trabajadores. Hubo dos tendencias que dominaron los debates, pero es necesario señalar que los debates no tuvieron lugar entre todos los miembros del PCS, sino dentro del círculo reducido de los dirigentes y a los militantes les llegaban ecos amortiguados por la siempre urgente unidad del partido, que constantemente se presentó como un objetivo primordial. La escasa o nula preparación ideológica tanto de la dirección como de los militantes, agreguemos a esto las condiciones de represión brutal y asedio que llevaban los diferentes gobiernos son hechos que hay que tener siempre presente. Era imposible materialmente llevar adelante un debate de ideas o la simple preparación ideológica.

Todas las células del PCS hacían esfuerzos por cumplir con la obligación estatutaria de una reunión semanal, pero a veces uno se conformaba a una reunión de vez en cuando, por falta de locales, por falta de quórum, por falta de tiempo. Cuando las condiciones de seguridad  medio se lograban y el secretario de célula había recibido el “informe” del Comité Central (CC), mecanografiado en un fino papel, entonces se llevaba a cabo la reunión. Esta consistía la mayoría de veces en escuchar al secretario de célula leer el “informe”  del CC y una vez acabada la lectura procedía a quemar el papelito que dejaba una escasa ceniza en el suelo, que luego se recogía cuidadosamente para botarla en la basura. Los militantes se veían obligados a prestar infinita atención a esa lectura y tratar de memorizar y entender lo leído. El secretario a veces preguntaba si alguien quería opinar o si necesitaba un complemento de información. Si había preguntas la reunión podía alargarse un poco, los puntos restantes en la agenda eran las finanzas (reclamar las cotizaciones no pagadas por el militante) y otro que misteriosamente se llama “organización”. En este punto se hablaba de todo, de las medidas que había que tomar para que los posibles “orejas” no pudieran sospechar que había alguna reunión, escasamente en los años cincuenta y sesenta se organizaba las pintas o el reparto (siempre nocturno) de volantes debajo de las puertas de las casas. Rara vez se hablaba de reclutar nuevos miembros, pues antes de eso había que llevar a cabo una investigación para evitar infiltraciones. Se hablaba pues sobre todo de las medidas de seguridad para protegerse del enemigo. De vez en cuando en las reuniones aparecía un folleto de propaganda sobre la vida cotidiana en el “País de los Soviets”. Las células estudiantiles de la Universidad o con presencia de estudiantes o algunos intelectuales se entablaban conversaciones de mayor contenido ideológico.

Las injerencias externas

 He descrito estas reuniones y lo que en ellas se trataba para mostrar la precariedad impuestas por las circunstancias. Pero los intercambios más nutridos eran afuera de las reuniones de las células, durante encuentros informales entre amigos que se conocían y que se sabían miembros del “partido”. La división del partido en dos tendencias no nos aparecía entonces con gran evidencia, pues de manera general todos los dirigentes altos e intermediarios estaban de acuerdo que la “toma del poder” se iba a realizar usando la fuerza, por la lucha armada. Este acuerdo declarado se fue resquebrajando poco a poco, en cierta medida por influencia extrajera: los cubanos ejercían presión para que en el continente se iniciaran luchas armadas. Fue entonces que surgió claramente la teoría del “foco revolucionario” que en realidad constituía una interpretación abusiva de la experiencia guerrillera en Cuba. En todo caso, alrededor de este tema y en general de la posibilidad de llevar a la práctica la estrategia de la toma del poder por la lucha armada fueron apareciendo dos posiciones opuestas. Una que fue minoritaria pregonaba la necesidad de prepararse inmediatamente para llevar a cabo la lucha armada, preparar escuelas de instrucción en el manejo de armas y de la estrategia militar y la otra que señalaba la imposibilidad de organizar una lucha de guerrilla en un territorio tan pequeño como el nuestro y sin montañas tan altas como la Sierra Maestra en Cuba.

Es en estas discusiones que se van a ir perfilando ambas tendencias, pero estas discusiones no se dan realmente en el seno del PCS, quiero decir en las instancias deliberativas, en reuniones de direcciones departamentales o nacionales, sino que en conversaciones informales entre miembros y en alguna ocasión en que algún dirigente acudía una reunión “ampliada” de direcciones departamentales que solían organizarse. Es en ellas que se tenía la oportunidad de escuchar las dos posiciones opuestas, pero no en la misma reunión, sino cuando dirigentes que pensaban distinto aparecían por separado en las reuniones. Nunca hubo tendencias organizadas realmente, ni proselitismo.

 Dos tendencias opuestas

Las divergencias entre algunos dirigentes fueron apareciendo en la superficie con el correr de los años sesenta. Hubo unidad respecto a las insistencias e inmiscuiciones de los dirigentes cubanos que se rechazaron. En el fondo de las divergencias surgía también un análisis diferente de la coyuntura nacional y sobre todo en el análisis de la composición clasista de la sociedad salvadoreña. La sociedad capitalista salvadoreña no era reconocida como tal por la ausencia de instalaciones industriales y por el carácter de exportadora agrícola de nuestra economía y sobre todo su carácter monocultivadora. Se había optado por llamar a nuestra sociedad de “semifeudal”. En esta clasificación intervinieron economistas e ideólogos soviéticos que entonces eran la última instancia dirimente. Las clases dominantes se componían por estratos que giraban en torno de las familias oligárquicas. Las familias terratenientes eran también las que habían fundado bancos y poseían la incipiente industria. Aquí había un déficit teórico. Las relaciones feudales ya habían desaparecido, no quedaban ni resabios de la sociedad colonial económicamente hablando. Algunos para justificar el apelativo de “semifeudal” ponían como ejemplo la tienda de las haciendas que endeudaban a los campesinos y las fichas que formaban parte del salario que obligaban a los campesinos a adquirir mercancías en las tiendas de la hacienda. Esto fijaba a los campesinos en las haciendas sin poder tener libre circulación en el país, pues las deudas eran como las “cadenas feudales”.

Este modo de ver nuestra sociedad olvidaba o hacía caso omiso que la dominación mundial del capitalismo (imperialismo) ya era una incontestable realidad, la economía capitalista ya estaba mundializada. No obstante lo que en realidad reinaba como fundamento en el país eran las relaciones capitalistas, los trabajadores ya no tenían los medios de producción, para vivir o sobrevivir estaban obligados a vender su fuerza de trabajo y el origen de las riquezas de la burguesía era la plusvalía obtenida por el impago de un tiempo determinado de las jornadas. Esto es lo que pasa en las relaciones capitalistas, esto era lo que pasaba en las cosechas de café, de la caña, del algodón y es lo que pasa en el capitalismo actual. El hecho de que la realización de las ganancias se operara en la venta internacional no le resta en nada a la esencia capitalista de nuestra economía de entonces, de ahora. Luego apareció el neologismo “capitalistoide” que en esencia no divergía mucho del “semifeudal”, aunque ya el énfasis era el capitalismo.

En realidad los que sostenían que no teníamos montañas lo suficientemente altas agregaron asimismo el argumento de que las condiciones no estaban dadas, pues era imposible pasar de la situación “semifeudal” al socialismo, además no existía en el país la clase proletaria que dirigiera la revolución. Pero si se podía luchar por acceder al poder para acelerar la instauración del capitalismo que al mismo tiempo iba a crear a su sepulturero, la clase obrera. Simultáneamente se descubrió que entre los oligarcas y algunos miembros de la burguesía había contradicciones y que los revolucionarios estaban obligados a aprovecharlas. Fue a través de esto también que apareció el argumento de que existían militares progresistas y que también en el seno de las Fuerzas Armadas había contradicciones. Todas estas contradicciones eran “aprovechables”, se empezó a usar los términos “contradicción principal” y “contradicción secundaria”. Estos términos fueron tomados del folleto de Mao Tse-tung “Sobre la contradicción” (agosto 1937) y no creo que al introducirlos en su vocabulario se preocuparan mucho de asimilarlos, ni mucho menos procedieron a una crítica del aporte del líder chino. Más adelante voy a volver en detalle sobre este tema.

 Las “contradicciones” en el seno de la burguesía

Esta interpretación de la realidad servía de base teórica para considerar la acción política del partido. Si existían contradicciones en el seno de las clases dominantes era necesario aprovecharlas y tratar de profundizarlas. Una parte de las clases dominantes eran conservadoras y las otras “progresistas” que intentaban “modernizar” la economía del país para sacarlo del semifeudalismo que lo dominaba. Este era uno de los “objetivos” del partido, modernizar el país, ponerlo en el camino del progreso y sacarlo del atraso casi feudal. O sea que buscar alianzas con la “burguesía nacional” contra la oligarquía y el imperialismo —que eran los principales obstáculos para el progreso del país— se convertía en objetivo. Para justificar este tipo de alianza sin pasar a la colaboración de clases, se alegaba que la burguesía había entrado en una contradicción secundaria con la oligarquía, que de la misma manera que Mao Tse-tung había señalado la existencia de “contradicciones en el seno del pueblo”, contradicciones no-antagónicas, en nuestra sociedad existía en el seno de las clases dominantes contradicciones no antagónicas, pero que adquirían las formas de una contradicción antagónica, sobre todo si ese sector burgués se aliaba a las fuerzas progresistas del país bajo la conducción de los revolucionarios del PCS. Esto de alguna manera se consideraba como una estrategia a mediano plazo.

Este oportunismo se trataba de fundamentar en la teoría marxista. Nuestra sociedad debía atravesar todas las etapas de desarrollo económico, salir realmente del feudalismo hacia el capitalismo para que surja una clase proletaria digna de ese nombre. Sólo la clase obrera puede liberar la sociedad y disolver las clases sociales, claro que es necesario aliarse a los campesinos y como en la gran Revolución de Octubre también con los soldados. Y es aquí también que nuestros oportunistas descubrieron entre los oficiales una “fracción progresista” que había entrado en una contradicción secundaria con el Alto Mando.Contradicción no antagónica, pero como lo había indicado el líder chino Mao Tse-tung, una contradicción puede también tomar las formas de su contrario y en este caso volverse antagónica. Este tipo se sofisma les sirvió de base teórica a los oportunistas de los años sesenta, setenta y ochenta. Esto los sustentaba para participar activamente en los golpes de Estado, en los que las clases trabajadoras estaban totalmente ausentes, pero representadas por los dirigentes del PCS. En esa época no se citaba ya a Mao, pues había entrado en contradicción irreconciliable con los líderes moscovitas y entre las ortodoxias existentes los dirigentes del PCS siempre se sometieron al gran centro del movimiento comunista internacional: Moscú.

Como ven el oportunismo no ha surgido hoy, no se ha solidificado en estos años de participación en las instituciones del Estado democrático burgués. El oportunismo fue el que llevó al PCS a atacar a las FPL con igual ahínco con que lo hacía la prensa nacional durante casi toda la década de los setenta. Los mismos epítetos, criminales, bandoleros, terroristas, etc. Ellos seguían preparando golpes de Estado “progresistas”. No me voy a extender sobre las condiciones en que el PCS puso el pie en el último estribo del tren de la lucha armada. Sobre lo que ocurrió entonces lo ha abordado ya en mis artículos de “Cosas tan pasajeras” sobre todo el objetivo de salir lo más pronto de la guerra e iniciar las negociaciones.

Como pienso haber demostrado que la ausencia de un conocimiento profundo del pensamiento de Marx y sus desarrollos posteriores tuvo mucho que ver en la deriva oportunista del PSC desde los años cincuenta y que ha culminado con su política gubernamental y su funcionamiento interno. Por supuesto que en estas cortas páginas han quedado afuera los detalles, apenas se trata de las pinceladas mayores en el esbozo de toda esta historia. Me queda por cumplir con una promesa hecha arriba: volver sobre el tema de la contradicción. Para poder extenderme lo necesario en este tema que es uno de los que fundamentan la dialéctica en general y la materialista en particular, les pido que me perdonen y acepten que lo haga en otro momento, en una segunda parte que escribiré luego.

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Documento escrito por Carlos Abrego

Tomado de
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08 diciembre 2014

Contradicciones II

Me propongo aquí cumplir con la promesa que dejé pendiente en el artículo anterior. Dije que iba a hablar de la contradicción dialéctica. Se trata de un tema extremadamente complicado, pues esta categoría filosófica es considerada como central dentro del conjunto de categorías del materialismo dialéctico. No deseo entrar en preámbulos largos y justificativos, entro en el tema inmediatamente

Malentendido o desconocimiento

 Lo primero que voy a señalar es un malentendido, un reproche que muchos le dirigen a la dialéctica, sin haber comprendido la diferencia y los aportes suyos al tratar de la contradicción. En la lógica formal, desde Platón y sobre todo desde Aristóteles, se ha regido justamente por el principio de la contradicción (o de no-contradicción) que se enuncia generalmente combinándolo con el principio de identidad: una cosa es lo que es, entonces si una cosa es lo que es, no puede ser su contrario al mismo tiempo y en el mismo orden o relación y a esto se le agrega el tercer principio que se llama del tercer excluido, una proposición sobre una cosa es cierta o falsa, no hay tercera posibilidad. Desde la Grecia antigua estos tres principios son considerados universalmente como axiomas irrefutables de todo pensamiento susceptible en su forma de ser reconocido como verdadero. Estos principios son el sólido fundamento de lo que se acepta en todas partes por lógico, en el centro de esta aceptación figura el imperativo cardinal de no-contradicción. Aquí surge lo que origina el malentendido del que acabo de hablar, la opinión corriente de aquellos que no conocen para nada la lógica dialéctica, afirman que ella es un modo de pensar absurdo, que toma por principio suyo el derecho de contradecirse, lo que significa aceptar afirmar algo sin decir nada, aceptar a no producir ningún sentido.

Esta objeción es bastante primitiva, burda, grosera y como afirma el filósofo francés Lucien Sève, que esto traduce “el grado de desconocimiento al que se encuentra ordinariamente expuesta la impresionante racionalidad de un Hegel o de un Marx”. Ellos nunca recusaron la lógica formal, al contrario la han observado con extrema vigilancia, hasta el momento en que esta lógica clásica suscita por su propio movimiento contradicciones que declara como insolubles, como son las antinomias señaladas por Kant. La dialéctica no se resigna a aceptarlas. Otro francés Henri Lefebvre decía, “la teoría de las contradicciones no puede ser contradictoria”.

Las posiciones que caracterizan tanto a Hegel como a Marx pueden ser enunciadas de manera totalmente exenta de ambigüedades. Lo que quiere decir que ambos han respetado las reglas más clásicas de la lógica, lo que significa que ambos producen sentencias con sentido. Muchos pueden alegar que Hegel es oscuro y que su lectura es ardua, pero eso no se debe de ninguna manera a que Hegel se tome libertades con las leyes admitidas de la enunciación.

 Un postulado ontológico aristotélico

 Existe otro punto previo que deseo tratar y que por lo general se deja de lado o se aborda sin darle mayor importancia. Aristóteles al discutir en su Metafísica con Anaxágoras se ve obligado a aceptar que en los entes sensibles se puede dar al mismo tiempo y en el mismo orden contradicciones y contrarios porque como dice Anaxágoras “todo está mezclado en todo” (1009, 28), admite también “en potencia, es posible que una misma cosa sea simultáneamente los contrarios, pero en entelequia no”. Y luego viene un pedido que posee el cariz más de un postulado que de una afirmación apodíctica: “Y todavía les pediremos que admitan que hay también otra substancia, entre los entes, que no tiene en absoluto ni movimiento ni corrupción ni generación” (1009,28,29). Afirma además Aristóteles que los que “heraclitizan” consideran que “sólo eran entes los sensibles”, añade que estos entes sensibles “son los menos numerosos” y que estos filósofos los extendieron “a todo el universo”. Reconoce al mismo tiempo que “en efecto, sólo la región de lo sensible que nos rodea está permanentemente en corrupción y generación”, pero de inmediato lo minimiza afirmando que esta región de entes sensibles “ni siquiera es una parte del todo”, para concluir que es menester “en efecto, mostrarles que hay una naturaleza inmóvil, y persuadirles de ello”. Este punto de suma importancia es poco señalado, el principio lógico de no-contradicción resulta de hecho solidario de unpostulado ontológico “les pediremos que admitan…”. La esencia invariante —ocultada por el cambio universal de lo sensible— no constituye la verdad última del ser. De inmediato se manifiesta así con claridad meridiana para los que no se cierran los ojos, que la legitimidad en su orden propio de la lógica de la no-contradicción excluye, no obstante a través de un postulado, la validez no contradicha de la “concordancia de los contrarios”, postulado evidente por el estado de los saberes de antaño y descalificado por los conocimientos de hoy.

Más allá de la confusa inestabilidad de lo sensible, si consideramos el mundo en su esencial constancia inteligible, se nos impone la lógica de la identidad formulada por Aristóteles, pero también más allá de esta relativa invariancia del mundo, si a la luz de los saberes actuales consideramos su más fundamental evolución universal, ¿acaso no es un pensamiento instruido de la contradicción que tiene que tomar el relevo de la simplificadora lógica de la identidad? ¿No será este todo el sentido de la dialéctica en la significación moderna de la palabra?

Imágenes y conceptos

El conocimiento, todo conocimiento, en la historia de la humanidad, como en la vida de cada individuo, tiene como punto de partida las imágenes mentales que son el resultado de la acción de la realidad material sobre nuestros sentidos. André Leroi Gourhan famoso etnólogo y arqueólogo francés les llama a los sentidos “órganos de relación” esta denominación veremos tiene su profunda coherencia dialéctica. Las imágenes que nos entrega el mundo circundante son ricas, precisas y verídicas tanto más que nosotros no las recibimos pasivamente, de manera desatenta, sino que las buscamos a través de nuestras actividades perceptivas elaboradas y vigilantes, partes integrantes de nuestras relaciones prácticas con el mundo natural y social: no se trata de un simple oír o un simple ver, sino que hemos aprendido a escuchar y a mirar. Estas imágenes son concretas y particulares. Concretas por que los diversos aspectos inmediatos de su objeto me son entregados como en gajo.

Algunos tal vez recuerden el ejemplo que da René Descartes en sus “Meditaciones Metafísicas” de la cera de un panal de abejas que se acaba de sacar y nos describe la dulzura de su sabor, el olor a flores, etc. Toda imagen sensible nos aparece en total evidencia como la cosa misma, en la multiplicidad de sus cualidades, de sus relaciones inmediatas con las otras cosas y con nosotros mismos. Al ser concreta la imagen es particular, incluso singular, única. Es la imagen de esta realidad, diferente de esta otra, de cualquier otra, aun sea por el más mínimo detalle.

Por esto mismo, si la imagen es el punto de partida de nuestro conocimiento está destinada a permanecer como su grado primitivo, limitado e inesencial y todo lo que en el objeto tiene una significación permanece inmerso en lo particular, puesto que inseparable de los aspectos cambiantes de las cosas y de sus relaciones variables entre ellas y nosotros mismos, la imagen es incapaz de aprehender lo que define en propio a cada una de ellas y de manera permanente.

Descartes continúa su meditación describiéndonos lo que le sucede a la cera del panal si la acercamos a una llama, se vuelve líquida, pierde su aroma, la dulzura de la miel, apenas se puede tocar y si la golpeamos no produce ningún sonido. El filósofo se interroga ¿es la misma cera la que permanece después de estos cambios? “Es menester confesarlo que permanece y nadie puede negarlo” concluye Descartes. Significa entonces que la verdadera consistencia de las cosas se halla más allá de lo que nos presenta el conocimiento sensible y no se puede alcanzar sino que con un conocimiento de un orden distinto, no es pues con los sentidos, sino que con el intelecto, lo que la filosofía clásica llama elentendimiento.

No me estoy desviando del tema, estoy introduciendo algunos conceptos que van a ser útiles e indispensables más adelante. Este conocimiento de otro orden entra a actuar cuando le damos nombres a las cosas. Cuando le damos un nombre común a una cosa, por ejemplo cera, estoy dejando de lado las particularidades sensibles que presentan en tanto que este objeto preciso y que se diferencian de las que podemos encontrar en otro objeto del mismo nombre. Dejar de lado es abstraer, es decir yo hago abstracción mentalmente de las particularidades individuales y retengo en mi mente las propiedades comunes de todos los objetos del mismo nombre, invariablemente constitutivas de sunaturaleza. Propiedades que las diferencian de otras de distinta especie y que las definen como pertenecientes a una clase lógica. Están incluidas tanto en extensión (qué objetos abarca) y en comprensión (qué características debe poseer un objeto para ser abarcado en esta clase). Con esto ya no tenemos una imagen, sino un concepto del objeto.

El concepto del entendimiento es una representación mental abstracta que abarca o reúne los caracteres necesarios comunes a todos los objetos de una misma clase lógica. Según la lógica formal una definición correcta y válida tiene que atenerse también al principio de la no-contradicción, pues es la que define lo que la cosa es, es la que le otorga su identidad a la cosa definida y por supuesto también tiene que ser cierta. Sobre este último momento volveremos más adelante.

Voy a interrumpir aquí mi presentación, no quiero que los artículos sean demasiado largos, voy a ir publicando de a poco para la comodidad de los lectores. No todos tienen el mismo tiempo y disponibilidad. Creo que ha quedado claro que la contradicción dialéctica no es romper las leyes de la lógica formal, que Aristóteles reconoce la existencia de contrarios en el mundo sensible, pero lo considera subalterno a la naturaleza que el pretende inmóvil. Los números en negrita corresponden a la numeración clásica de la Metafísica de Aristóteles y es la que se usa internacionalmente. Estoy usando la traducción de Valentín García Yedra que pueden procurarse en www.philosophia.cl/

También espero haber sido claro al establecer la diferencia entre el conocer sensible y el conocimiento del entendimiento.

 

 

Documento escrito por Carlos Abrego

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13 diciembre 2014

Contradicciones III

Las imágenes mentales que recibimos y recogemos del mundo exterior por medio de los sentidos, constituyen el contenido de nuestra consciencia, estas imágenes como lo dijimos anteriormente son el punto de partida de nuestro conocimiento que se transforma en conceptos cuando comenzamos a distinguir lo que les es propio, lo que es común con otros objetos de la misma especie. Dijimos que ya al nombrar la cosa la estamos incluyendo en una clase, que hemos hecho una abstracción, al mismo tiempo nos hemos alejado de la imagen mental y hemos entrado al campo del intelecto y nos hemos forjado una representación mental de la cosa. La representación es un primer paso en el orden del pensamiento. Hegel en el § 3 de su Enciclopedia de las ciencias filosóficas afirma que “Sentimientos, intuiciones, apetencias, voliciones, etc., en cuanto tenemos conciencia de ellos, son denominados, en general, representaciones; por esto se puede decir, en general, que la filosofía pone, en el lugar de las representaciones, pensamientos, categorías, y más propiamente, conceptos”. Hegel desde el primer parágrafo de su Enciclopedia  nos advierte que “la consciencia antes de formarse conceptos, se forma representaciones de los objetos y el espíritu pensador sólo a través de las representaciones, y trabajando sobre ellas, puede alzarse hasta el conocimiento pensado y el concepto”.

Lo que Hegel nos está indicando indirectamente en estas iniciales proposiciones es también que todos tenemos esa capacidad reflexiva y que todos somos capaces de adquirir un conocimiento que va más allá de la simple representación de la realidad y llegar a un conocimiento superior. De la misma manera que por un hábito generalizado somos capaces de pensar apegados a la lógica formal, de la misma manera casi todos hemos enunciado contenidos dialécticos, puede que se trate de una dialéctica aún ingenua como la de los antiguos griegos. Veamos un ejemplo, que voy a tomar prestado de un conocido poema del poeta chileno Pablo Neruda:

La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.

Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos”.

 

Estos hermosos versos de Neruda tienen un significado transparente y no hay nadie que dude de su significado y que no lo entienda, no obstante este verso está contradiciendo el principio de identidad que hemos indicado como irrevocable si queremos pensar correctamente: en suma Neruda nos dice, los mismos ya no somos los mismos. ¿De que se trata? Cuando Heráclito de Éfeso afirma que “En los mismos ríos entramos y no entramos, pues somos y no somos los mismos”, —esta sentencia es más conocida en la versión que da Platón en el Crátilo “no se puede entrar dos veces en el mismo río”— está refiriéndose a lo mismo, al cambio, nadie duda que en el fondo seguimos siendo esencialmente los mismos, pero algo en nosotros ha cambiado que nos hace diferentes. Ese algo posiblemente inesencial puede que sean cambios cuantitativos: menos cabellos, la piel menos reluciente o simplemente más años. El curso del río, su lecho no ha cambiado, pero no es la misma agua. Todos sabemos que en cualquier parte del curso del río le seguiremos llamando Lempa, lo seguiremos identificando.

Las diferencias pueden ser insignificantes y en esto todos podemos ponernos de acuerdo, ¿sin embargo lógicamente quién no palpa la crucial diferencia entre la identidad inflexible, firme e inmóvil (es el mismo, no ha cambiado en nada) y la identidad modificada (es el mismo, pero ha cambiado en algo)? Entre estos dos enunciados no hay sólo diferencia en el sentido de la lógica de la identidad, hay formalmente una oposición. Se trata de una oposición de un alcance ingente, puesto que la continuidad de la vida es esencialmente cambio permanente. Si dejo de cambiar es porque estoy muerto, incluso muertos seguimos cambiando, aunque estos cambios ya no sean vitales, ya no pertenecen a la vida, sino que son de descomposición. La conclusión que se impone es  “la identidad de un ser vivo incluye necesariamente la repetitiva diferencia consigo mismo. Nos estamos percatando de alguna manera que identidad y diferencia son no obstante lo mismo. Esta es una de las tesis de Hegel que se proclama incomprensible, incluso como absurda:identidad y diferencia son idénticas.

Los dos ejemplos que hemos abordado tratan de cambios, movimientos, ¿significa que la lógica formal nos bastaría para pensar lo inmóvil y que la lógica dialéctica irrumpe únicamente cuando intervienen los cambios? Es así que con mucha frecuencia presentan el asunto incluso los partidarios de la dialéctica: es la lógica de los procesos. ¿Podemos entonces afirmar que la lógica clásica baste para pensar las relaciones consideradas fuera de todo cambio?

Abordemos otro ejemplo, las relaciones entre el todo y sus partes. En la representación clásica, las partes son simples elementos del todo y el todo la simple suma de sus elementos. El todo y las partes designan cosas totalmente independientes: el todo no está contenido de ante mano en las partes: si por una de las casualidades me pongo a hacer una pupusa su todo no se encuentra ya contenido en la masa, los frijoles, el queso, el chicharrón y los lorocos y las partes no dependen tampoco del todo, la masa, los frijoles, el queso, el chicharrón y los lorocos existen afuera del todo de la pupusa. Ahora bien, supongamos que puedo hacer una pupusa sin lorocos, únicamente con frijoles, queso, chicharrón, masa. Si los lorocos son en la primera receta una parte de la pupusa, significa entonces que el tipo del todo deseado es el que decide así: hago una pupusa con lorocos. Los lorocos son un componente de la pupusa porque el todo previsto lo exige así: las partes son partes en tanto que partes-de-ese-todo, el todo es tal solo en tanto que el todo-de-esas-partes, en este sentido partes y todo, estos contrarios, son lo mismo. De nuevo pues la dialéctica. Nos hemos ocupado aquí de un ejemplo sencillo, con un todo de carácter elemental, simple suma de sus partes. Si ponderamos un todo de un tipo muchísimo más complejo, como el de un organismo viviente, la identidad del todo y de sus partes es incomparablemente mucho más verdadera. Los arqueólogos puedenreconstruir el todo de un animal a partir de una de sus partes, por ejemplo un fragmento de un diente e incluso hablarnos de su modo de vida: existe la efectiva presencia del todo en cada una de sus partes, efectiva inherencia de las partes a un todo determinado. La relación inmóvil, considerada en su verdadera complejidad, es tan dialéctica como la del cambio.

Hemos visto pues la identidad de los contrarios, seguiremos viendo otros aspectos de la contradicción en otros artículos. Seguirán siendo cortos. Me voy a esmerar en que no se pierda el hilo, que no haya de un artículo al otro saltos demasiado grandes.

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